Me sostengo con los pies, un poco tambaleando, en esta calurosa sensación. No hay secretos de la carne, porque el alma no está muerta. Y nosotros no estamos muertos como esta noche, tal vez por eso la quisimos tanto. Desintegrandonos cariñosamente entre las hojas negras del poema. Es momento, y tal vez siempre lo fue, de que salgamos a pintarnos los pies de rojo.
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