Querida señora mia.

Aquí le escribo desde lo más profundo de mi cabeza.
No es tan malo como decían, los lagartos siquen siendo lagartos y no vuelas, una lástima lo sé.
Llevo tu foto prendida de un alfiler junto a una estampita de la virgen que me recuerda que Dios no existe.
En general es siempre de noche aquí, no hay marcadores negros ni tartas de manzana. Mi almohada me recuerda a usted, no porque esté llena de plumas, si no porque huele a mente.
El otro día conté tres estrellas en el cielo. Jhon me visita seguido, dijo que te mande saludos y te recuerde que todo lo que necesitás es amor, no entendí qué quiso decir, creo que le faltan un par de terodáctilos a su té.
Como acá hay mucho tiempo de sobra me he divertido bastante apostandolo a la ruleta.
No crea que no sé que llora, aunque se le da muy bien eso de disimular. Un último favor, ámeme a cada palabra así como yo la amé al escribirlas. Los cerezos ya deben haber florecido, acá no hay cerezos, los árboles dan libros y en general son todos de misterio, un fiasco, lo sé.

Eterna y Enteramente suya (Salvo por el meñique izquierdo.)