Haber llegado a ese punto
es como un suicidio bestial.
Cada reloj late en silencio
un millón de cuentas regresivas.
Cada lágrima que nace de sus ojos
se vuelve una colilla.
Me voy despedazando las ganas,
despedazando las tripas,
despedazando con ansias.
Los ratos se vuelven un deja vu patético,
recordar los otros ratos, los felices.
Esta vez solo vamos a mirarnos a la cara
y escupir otro poco.
Sangro sentada
y desde adentro de las manzanas
y desde atrás de los días.
Yo sé que mañana van a buscarnos en el fondo de cada copa,
pero ya habremos desaparecido.
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