Mirada de un otoño fugaz,
camina erguida,
perturba obsena.
Imagina como canto de luna
dueña de la semilla marchita.
Florece, no sabe, no quiere.
Eterna, siempre eterna,
espera y sueña y crea.
Agota mis calles,
las toma con recelo
y las guarda.
Las guarda
y quiere.
O no quiere.
Grito impetuosa su nombre,
pero no advierto que ya no me escucha.
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